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viernes, 7 de agosto de 2015

Coparticipación federal: el reino del revés

Mientras   la economía argentina  reserva  al próximo presidente importantes desafíos de corto plazo -atraso cambiario, inflación, déficit fiscal, holdouts, tarifas, entre otros- un tema fundamental  para el desarrollo  de nuestro país como  el regimen de coparticipación federal, no aparece con fuerza en las agendas de los candidatos.

Esto no es casualidad, se trata de la resolución de un problema complejo que demanda un amplio consenso político y un rediseño institucional de envergadura, tal como lo establece  el mandato constitucional  incumplido desde 1996.
El régimen actual se caracteriza por ser poco transparente y de difícil administración y control, atributos que le han propinado el mote de  " laberinto fiscal".

La  distribución primaria de recursos se encuentra afectada  por un fuerte  proceso de centralización en el gobierno nacional, gestado a lo largo de décadas por   sucesivos acuerdos  fiscales, precoparticipaciones, afectaciones específicas de tributos,  regímenes paralelos y creaciones y/o aumentos  de impuestos no coparticipados. La distribución secundaria, en tanto, no responde a criterios  explícitos y se basa en  prorrateadores  definidos hace tres décadas.

El  régimen presenta desequilibrios  verticales y horizontales. El estado nacional concentra el 75% de los recursos totales y las provincias y municipios  el 25% restante,  aunque estas deben  lidiar con la ejecución del 46 % del gasto público total. Por otra parte, mientras   Tierra del Fuego tiene una  coparticipación per capita  de  $31100 (2014),  en la provincia de Buenos Aires  alcanzaba $3900, una diferencia de 8 veces, con el agravante que en   muchos casos   las  diferencias no explicitan razones que las justifiquen.

A lo largo del tiempo  la relación fiscal nación-provincias  ha sido foco de tensiones políticas y financieras entre las partes y las soluciones ensayadas, lejos de moderarlas,  las han exacerbado. Seguidamente se analizan tres casos que reflejan  con contundencia esta situación: la creación del Fondo del Conurbano y su falta de actualización,  la afectación del 15 por ciento de la masa coparticipable con destino al sistema de seguridad social y la creación del impuesto al cheque y su posterior coparticipación parcial.

#El  Fondo del Conurbano  fue creado en 1992   para compensar a Buenos Aires de su  pérdida de participación en el reparto acontecida   en 1988. Dicho fondo equivalía al 10% del producido del impuesto a las ganancias, siendo luego congelado  en $ 650 millones. Como el tope nunca fue actualizado,  lo que percibe la provincia por esta vía  equivale actualmente   a menos del 1%. Además, como  el   excedente de los $  650 millones se  redistribuye entre las 23   jurisdicciones restantes, se da la paradoja de que la mayoría de   las provincias  reciben por este mecanismo más fondos que la propia provincia de  Buenos Aires, perdiendo el fondo todo sentido respecto a su objetivo inicial. Por ejemplo, Tucumán percibe por  vía del excedente del Fondo del Conurbano, el triple de  recursos  que percibe    Buenos Aires.

#La reforma previsiónal de la década del 90 dio lugar a la detraccion de fondos coparticipables con destino al financiamiento de la seguridad social, surgiendo así un tercer actor en el reparto de fondos que demandaba en la transición,  recursos  tributarios  adicionales para financiar su propio déficit. Como contrapartida, el gobierno nacional se comprometió a financiar las cajas de jubilaciones provinciales traspasadas y cubrir los deficits de las no traspasadas, en la medida que las jurisdicciones armonicen sus legislaciones en materia previsiónal.

En esta línea se enmarca  el descuento del 15% de la masa coparticipable con destino a Ansses. El "aporte" del conjunto de provincias al organimo previsiónal alcanzo en 2014  $ 43000 millones, equivalente a  6% del los recursos totales del consolidado provincial. Contrastando con este hecho,  entre 2003 y 2014  Ansses ha registrado superávits ininterrumpidamente -$ 11000 millones promedio anual-, desapareciendo aquella situación deficitaria que  daba origen a la  afectación de recursos. Además,  parte de este superávit de Anses  financia anualmente el déficit del tesoro nacional, mientras que las provincias padecen dificultades para financiar sus propios  desequilibrios.
Completando  este escenario de inequidades, aparecen algunas   provincias que no transfirieron sus cajas de jubilaciones a la nación, como Santa Fe y Córdoba, que aportan el 15% a la seguridad social pero que, más allá de las controversias sobre la armonización, no reciben de la nación el financiamiento de sus propios deficits previsiónales.

#El  impuesto al cheque entro en vigencia en 2001  en un contexto de emergencia y  bajo la modalidad de impuesto no coparticipado. En  2002 se dispuso  su coparticipación parcial destinandose  el  30% del producido a la masa coparticipable  y 70% al   tesoro, lo que implica que de cada $100 de impuesto recaudado sólo $15 se destinan finalmente a  las provincias. La recaudación del impuesto rondara  los $ 98000 millones este año,   representando el 6,6% de la recaudación total, en tanto que lo que las provincias dejan de percibir por la falta de  coparticipación plena ascenderá  a $ 27000 millones, 3,6% del  total de  recursos provinciales.
En  un contexto de pérdida de competitividad y presión tributaria récord una solución adecuada sería su eliminación gradual, aunque el desequilibrio fiscal limita esta alternativa. Por su parte, la coparticipación plena del impuesto si bien mejoraría la posición financiera de las provincias, lejos de atemperar   las inequidades  las profundizaría, puesto que  los recursos adicionales se distribuirían  entre las jurisdicciones utilizando  los prorrateadores actuales.
No obstante, cualquier alternativa que surja del consenso sería superadora de  la situación actual, en la que  este impuesto distorsivo  ha ganado peso en la recaudación y se distribuye por un mecanismo paralelo al régimen general de coparticipación  en detrimento de las provincias.


Demás esta decir que la enumeración de estas distorsiones  no deben interpretarse como una propuesta simplista de quitar recursos a un nivel de gobierno  para  beneficiar a otro. Todas las propuestas deberán garantizar la solvencia fiscal del sector público consolidado.  Si en cambio, tiene por  objetivo evidenciar  que muchas de estas distorsiones degradan nuestro   federalismo tornandose necesario priorizar un   debate  postergado que no aparece con fuerza en las agenda presidenciales.


(*) Walter Agosto

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