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sábado, 3 de mayo de 2014

ALGUNAS CONSIDERACIONES SOBRE LA MEDICIÓN DE LA POBREZA (*)

La identificación de los pobres ha sido históricamente una tarea compleja, no sólo como consecuencia de los rasgos polifacéticos del fenómeno  sino también debido a las serias dificultades para contar con información adecuada y a la existencia de distintos enfoques para su delimitación.
A lo largo del tiempo, la metodología para medir la pobreza en los países de la región ha distinguido dos enfoques principales que han orientado los diferentes análisis empíricos sobre el tema: el de las Necesidades Básicas Insatisfechas y el de la Línea de Pobreza. Por añaduría y reconociendo las diferencias en las distintas facetas de la pobreza que ambos métodos explicitan, algunos autores han combinado estos dos métodos dando lugar al Método Integrado. En los últimos años, el PNUD y autores como Amartya Sen profundizaron en un enfoque multidimensional de medición sobre la base de privaciones, no solo en materia monetaria sino también en aspectos como la salud y la educación. El Índice de Pobreza Humana proviene de esta visión. 
En forma esquemática y teniendo en cuenta cuál es la unidad de observación, pueden distinguirse métodos de medición a nivel de cada hogar o a nivel agregado. En el primer caso, se incluirían los tres métodos señalados anteriormente (N.B.I., L.P., y M.I.P.) midiendo la situación de bienestar de la población que pertenece a cada hogar en particular, sobre la base de que éste es la unidad en que las personas forman sus presupuestos y toman sus decisiones de gasto e inversión.
En el segundo caso, se ubicaría el Índice de Pobreza Humana que elabora el P.N.U.D., que intenta establecer un ordenamiento de las unidades de análisis (países, regiones, provincias) evaluando los niveles de pobreza en términos de valor promedio de determinados indicadores.
En nuestro país, los primeros trabajos relacionados a la medición de la pobreza encuentran antecedentes en las investigaciones elaboradas por la C.E.P.A.L. hacia fines de la década del 70. En 1984, Altimir realiza una investigación sobre el fenómeno de la pobreza en el Gran Buenos Aires y su evolución entre 1974 y 1981.
Por su parte, el I.N.D.E.C. efectuó en el mismo año una estimación de la incidencia de la pobreza y su distribución geográfica, en tanto que en 1983 desarrolló una investigación específica incluyendo a cinco centros urbanos de nuestro país.
En 1990, la C.E.P.A.L. y el P.N.U.D. también estimaron la pobreza en Argentina, en el marco de un programa destinado a diez países latinoamericanos.
Si bien cada diez años se publican, sobre la base de información censal, datos de pobreza derivados del método de las Necesidades Básicas Insatisfechas, hasta mediados del año pasado la información disponible con cierto grado de periodicidad era  la publicada por el I.N.D.E.C. a través del método de la Línea de Pobreza. Este método, denominado también del ingreso o unidimensional, considera que un hogar es pobre -y por consiguiente quienes lo habitan- cuando sus ingresos no alcanzan a cubrir el costo de una canasta de bienes y servicios que cubre  el umbral mínimo de necesidades.
La información brindada por el organismo oficial daba cuenta del costo de la canasta básica alimentaria -equivalente a la Linea de Indigencia-, de la canasta básica total  -equivalente a la Línea de Pobreza- y de los hogares y población en situación de indigencia y pobreza.
Sin embargo, a partir de la alteración del cálculo del Índice de Precios al Consumidor, los resultados dejaron de reflejar la realidad. No obstante, los  datos de pobreza -y por ende la canasta alimentaria y los ingresos-  ya adolecían de severas falencias metodológicas aún antes de la manipulación: referían sólo al Gran Buenos Aires, no incluyendo otros centros urbanos del interior ni tampoco zonas rurales, el alto grado de síntesis con que se presentaban  estos datos sólo permitían  efectuar un conteo de los hogares pobres impidiendo efectuar un análisis de la severidad de la pobreza -cuán pobre son los pobres- y se desconocían las principales características socioeconómicas de estos hogares.
Se debería entonces aprovechar esta oportunidad, para implementar una metodología transparente que cuente con consenso académico y social y que brinde datos confiables y oportunos para la toma de decisiones en materia de políticas públicas.
Si bien el enfoque unidimensional basado en líneas de pobreza es el más difundido -los objetivos del milenio están definidos en función de este método- sería conveniente avanzar en un enfoque multidimensional de medición lo que requeriría de un proceso de debate altamente participativo.
Sin embargo y hasta que esto ocurra, resulta necesario contar con diferentes líneas  oficiales  de pobreza, representativas del consumo y los precios reales  de una geografía tan extensa y heterogénea como la nuestra.  Cuántas personas viven en situación de pobreza e indigencia en los diferentes aglomerados urbanos del país, donde y cómo viven, cual es el esfuerzo que deben realizar para salir de esta condición, son interrogantes mínimos que los indicadores deberían responder.
Por supuesto que nada de esto podrá ocurrir,  si no iniciamos con urgencia  un proceso de recuperación efectiva de las capacidades  y la autonomía del INDEC.


(*) Walter Agosto

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